Muchas de las personas que me consultan desean crecer personalmente, mejorar sus relaciones sociales, conseguir que los cambios o reveses de la vida les afecten menos, aumentar la autoestima, mejorar algún aspecto puntual de su relación de pareja o de su vida sexual, aprender sobre educación emocional o sexual, y un largo etcétera. Hay muchas razones por las que acudir a atención psicológica simplemente para estar mejor de lo que estamos.
Por otro lado, en muchos casos también, el principal motivo de consulta es algún problema psicológico. Y con esta expresión genérica me refiero tanto a una época de malestar emocional subclínico, por ejemplo, estado de ánimo bajo, aumento de ansiedad que resulta difícil de manejar temporalmente, dificultades en las relaciones sociales, alguna dificultad sexual puntual, entre otras; como a problemas psicológicos más continuados o trastornos que requieren tratamiento.
Cabe destacar que en cualquiera de los casos, la terapia psicológica no pretende ser un camino sin fin, sino un proceso en el que disminuir la sintomatología que ha aparecido y aumentar las estrategias de afrontamiento o herramientas personales para poder hacerle frente, tanto ahora como en el futuro. En función de estas diferentes características y niveles de complejidad, entre otras variables, es esperable una duración más breve o más larga del proceso.